De José Rafael Vargas
La.mejor forma de seguir el ejemplo de Don Bosco, es viviendo su carisma.
Esa fue la mayor virtud del padre Alonso, a quien conocimos desde la niñez. Nunca olvido la energía que transmitía a los niños y jóvenes desde el oratorio.
Pero su legado tiene huellas profundas en el país, donde varias generaciones lo recordarán por los principios que transmitió de desarrollar una vida sana, cristiana y humana.
Se ocupó de crear y desarrollar el colegio Don Bosco, desde la construcción, la dirección y su filosofía educativa.
Venía de Salamanca, España, a sembrar un apostolado de vida, y lo logró con extraordinario éxito.
En esta misión, el teatro, el deporte y la educación eran fundamentales.
Era el padre salesiano, el discípulo de Don Bosco, el sacerdote amigo.
En Moca lo recordamos por su constante preocupación por los jóvenes y sus valores, tarea que nunca descuidó.
Pienso que el padre Alonso fue de los sacerdotes mejor preparado que ha tenido el país. Dominaba 4 idiomas, tenía dos doctorados, cuatro especialidades y una vocación apasionada por la educación.
Inspiraba respeto, pero era cercano, conversador, sencillo y solidario.
Nunca olvido su gesto humano con nuestro Dámaso García, astro del beisbol y el fútbol, quien se ocupó personalmente de atenderlo y cuidarlo, en la terapia que recibía en el gimnasio de la Universidad Católica, para ayudarlo en su recuperación, tras sufrir un difícil percance de salud.
A Damasito lo conoció de jovencito en el Oratorio Don Bosco de Moca.
Los sembradores como el padre Alonso nunca mueren, porque viven en la memoria colectiva de todos los que lo conocimos y tratamos, que lo recordaremos como el misionero que nos ayudó a crecer con sanidad de espíritu.
Mientras tanto, ahora disfrutará la compañía del Padre Creador, quien lo guiará en su reino celestial.