Por: Onorio Montás
Algún día vendrás por mí,
no sé ni cómo ni cuándo,
pero si he de morir,
conquístame con encanto…
Lumito recibe cuidados paliativos en Toledo, España, de un cáncer agresivo con diseminación de las células cancerosas, esperando la muerte.
Después de finalizada la “revolución de Abril de 1965”, al asumir el poder tras unas elecciones por vez primera Joaquín Amparo Balaguer Ricardo, en medio de un país intervenido por las tropas de los Estados Unidos, por tercera vez, en un país convulso, tras unas elecciones generales, renace una novedosa emisora, Radio Cristal, un desprendimiento de la cadena radial “Comercris” del comerciante y político José A. Brea Peña.
Nobel Alfonso Tejada crea un nuevo concepto en el país de una emisora radial “Noticiosa y musical”. Pone en marcha su proyecto contando con la crema y nata de la joven intelectualidad dominicana, como René del Risco, Iván García, Rafael Vázquez y un grupo de destacados periodistas jóvenes que provenían de Radio HIN (Radionoticias), que dirigía el doctor Héctor Pérez Reyes.
Esa planilla de noveles periodistas compuesta por Juan Bolívar Díaz, Elsa Expósito, Guarionex Rosa, Aníbal de Castro, Roberto Pérez Nivar y Luis Minier Montero; además una gran admirada amiga que había sido frente del “Batton Ballet” del Liceo Intermedia Estados Unidos de América” en la “Era de Trujillo”, junto a otras jóvenes, Manuela Sanabia, Ruth Pérez, Amada Iris Padrón, se trata de la gran Elsa Expósito, quien más adelante fue una aguerrida y brillante periodista.
Era el mes de marzo de 1970, cuando veía la luz pública por primera vez en la ciudad de Santo Domingo, un periódico vespertino “Ultima Hora”, una idea del inquieto Moisés Alberto Pellerano López-Penha, hijo del fundador y tesorero del periódico Listín Diario, don Moisés se inicia como director general; Virgilio Alcántara, como director ejecutivo, y Gregorio García Castro como jefe de redacción, una estampida de periodistas llegó a ese nuevo vespertino que venía a competir con El Nacional de ¡Ahora!, entre ellos, Luis María Minier Montero, un gran descubrimiento como ser humano y amigo.
Destacado periodista y locutor con una educada y privilegiada voz (muchos recordarán la voz en los mensajes telefónicos innovadores en los años 1990 de Codetel), egresado de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Luis, Mima y Norberto James
Tuve la dicha de viajar a su Hondo Valle querido, la primera vez en plena campaña política en que Antonio Guzmán Fernández ganó las elecciones presidenciales. Recuerdo la curiosidad al pasar por Pedro Corto, en Las Matas de Farfán, para ver la casa de “Mamá Bona”, Bonifacia Alcántara, que “era una de las brujas de San Juan”, antigua consejera espiritual de Balaguer.
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San Juan era famoso en esa época porque la mayoría de los políticos y militares buscaban asesoría espiritual o se dejaban guiar por las supersticiones.
Algunos agregan a esa lista el nombre del doctor José Francisco Peña Gómez y Enrique Pérez y Pérez. En los años de vida de Orlando Martínez conocí otra compueblana de él, Liríca Mateo, quien había venido a Santo Domingo a vivir en la calle Oviedo y nos juntábamos a menudo con un grupo de amigas.
Carlos (Candó) Howley Ogando, un pintoresco personaje de Hondo Valle, aficionado a coquetear con el “Dios Baco”, tío de mi recordado amigo Orlando Martínez, siempre con muchas anécdotas que contar, había un episodio muy socorrido en el pueblo que a veces salía voceando por el pequeño pueblo de todo tipo de “malapalabras”, y cuando llegaba al frente de la maestra Ildefensa Montero la madre de Luis y Tania, la respetada maestra de Hondo Valle, el mismo Candó se corregía y decía: “Perdón, perdón que estoy pasando frente a la casa de la maestra Ildefensa”.
Pasábamos largas horas Lumi y yo escuchando las anécdotas del viejo Candó, debajo de un enorme árbol de mangos, el con su inseparable chata de “caraegato” en los bolsillos. Al pasar el tiempo me enteré que el viejo Candó murió de una cornada por la espalda, de su toro favorito.
Recuerdo que nos acondicionaban una pequeña choza de madera en medio de un gran arrozal donde “disfrutábamos” de las bajas temperaturas que siempre los partes meteorológicos ponían como referencia.
Minier ha sido un disciplinado amigo «callado, reflexivo, pensativo». Esta es la descripción de mi gran amigo que lucha por su salud, una persona que no habla mucho, que guarda silencio, y que aparentemente siempre está pensando o meditando. Una persona callada que reflexiona sobre lo que ha oído, ha leído, o ha vivido. Esa es la imagen que siempre he tenido de mi gran amigo, Luis María (Lumi, Lumito) Minier Montero, padre de sus dos primeros hijos Boris King y Cándida Rosa Minier Henríquez.
En su largo tránsito por la vida en sus más de 80 años, laboró en los periódicos El Sol, Nuevo Diario, Ultima Hora y Hoy, donde laboramos por un buen tiempo. Trabajó en los departamentos de Relaciones Públicas de Codetel, Falconbridge y Participación Ciudadana
Luis María Minier Montero
Hace un tiempo, luego de la pandemia de Covid-19 y esta laborando en la mesa editorial a distancia como corrector de estilo del periódico Hoy, decidió irse a vivir como residente junto a su esposa Ángela Divina, médico, y sus hijos el también médico Luis Enoc y Ángela, residentes en Castilla La Mancha, Toledo, España.
A mi amigo Luis Minier se le diagnosticó un padecimiento terminal “catastrófico”: un “carcinoma de próstata metastásico”. Recibe tratamiento paliativo para aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida, enfocado en la atención médica, psicológica, social y espiritual.
«Uno nunca piensa que le puede suceder».
Hablaba de tu repentino mal y al escucharte me contagié con tu optimismo. Te vi tan animada, tan positiva, tan confiada, tan «llena de vida», que nunca jamás pensé en la posibilidad de un epílogo cercano.
Nuestro último encuentro fue breve, ameno y positivo y aquel diálogo me permitió revalorizar a la amiga, a la mujer luchadora, a la trabajadora infatigable. Confirmar, por ejemplo, el coraje, la valentía, tu temple de acero, tu espíritu de lucha.
Queda en mi recuerdo para siempre la inseparable sonrisa que te acompañó aún en tus momentos de enfado o de tristeza, y que llevaste más allá de la vida.
Me inclino ante ti, Miriam. (La que fue mi querida esposa)
La muerte es una
vida vivida.
La vida es una muerte que viene.
Jorge Luis Borges
Hoy